Contexto histórico y simbólico
Durante el segundo sitio de Zaragoza (1808–1809), la ciudad vivió una de las etapas más dramáticas de su historia: brutales combates, penurias, y lo que fue posiblemente aún más devastador, una epidemia de tifus que multiplicó el gran sufrimiento.
Tras la rendición del 21 de febrero de 1809, las tropas francesas ordenaron despejar las calles de cadáveres, trasladándolos a una salitrería situada en lo que hoy se conoce como “La arboleda de Macanaz”. Allí se excavó una gigantesca fosa común donde fueron enterrados más de 10 000 zaragozanos, convirtiéndose probablemente en una de las mayores fosas común de la historia de España.
Durante casi dos siglos, el lugar permaneció sin reconocimiento, hasta que en 2007 diversas asociaciones (como la Asociación Cultural Los Sitios, Tío Jorge-Arrabal, Voluntarios de Aragón y Royo del Rabal) comenzaron a impulsar la creación de un monumento conmemorativo que rindiera homenaje a estos héroes y heroínas, anónimos.
Fue en 2023, cuando tras años de esfuerzo y reivindicaciones, el proyecto se hizo realidad.
Ubicación
El monumento se encuentra en la arboleda de Macanaz, un parque de aproximadamente 35. 000 m², ubicado en la margen izquierda del Ebro, entre los puentes de Santiago y de Piedra.
El lugar exacto está junto al Puente de Santiago sobre el andador Vicente Comet Sánchez de Rojas. Su posición no fue casual, se buscó situarlo lo más cerca posible de la fosa común, aunque fuera una zona inundable.
Finalmente se levantó sobre una estructura garantizando su protección.
Concepto y significado
La obra, titulada “Fosa Común”, es un alto relieve en bronce al silicio, que representa a 14 figuras humanas (12 hombres y 2 mujeres), agrupados en un pequeño espacio, con rostros y posturas que transmiten dolor, angustia y pérdida.
Dos de esas imágenes recuerdan a la clásica escena de La Piedad (una madre con su hijo muerto en brazos), mientras otras remiten al espíritu desgarrador del “Guernica” de Picasso.
La desnudez de los personajes no es casual: simboliza el anonimato y la soledad de la condición humana ante la muerte.
La forma en que los cuerpos parecen fundirse entre sí refuerza la idea de grupo y resistencia colectiva ante la injusticia.
El conjunto escultórico se apoya sobre un pedestal de cemento que lleva incorporado el mapa de Zaragoza tal y como era durante los Sitios, con una franja que simboliza el río Ebro atravesando el territorio. Todo ello refuerza la idea de unión colectiva y esfuerzo compartido en defensa de la ciudad.
Materiales y dimensiones
El monumento es un friso escultórico de 3 metros de largo × 1 metro de alto × 25 centímetros de profundidad, con un espesor de bronce de 8 mm.
Inicialmente el relieve fue modelado en barro, utilizando 280 kg, para luego fundirse en bronce al silicio de primera calidad. El acabado incluye un cincelado y pátina natural al ácido, que potencia la expresividad de las figuras y al mismo tiempo aporta sensación de antigüedad y respeto.
Inauguración y participación ciudadana
La instalación el monumento puso fin a más de 15 años de gestiones y peticiones, especialmente intensas desde el bicentenario de 2008.
La inauguración oficial del monumento fue el 21 de febrero de 2023, exactamente 214 años después de la capitulación de Zaragoza, en un acto solemne presidido por la vicealcaldesa Sara Fernández y el escultor autor de la obra, Jesús Gazol que expresó que la obra fue realizada con «cariño y compromiso» para que no se olvidara la historia y que «nuestra historia hace lo que somos ahora».
Al acto acudieron concejales de diversos partidos, autoridades civiles y militares, y representantes de las asociaciones impulsoras. La ceremonia incluyó la actuación de la banda de música de la Academia General Militar, la lectura emotiva de un texto que recordaba la tragedia de los Sitios, el depósito simbólico de una corona de laurel y flores, y finalmente el descubrimiento de la obra.
En la base el relieve puede leerse la siguiente dedicatoria:
“ZARAGOZA HONRA A SUS DEFENSORES ANÓNIMOS. AQUÍ ENTERRADOS POR MILES, VÍCTIMAS DE LA GUERRA Y DE LA ENFERMEDAD, EN LOS SITIOS QUE SUFRIÓ LA CIUDAD EN 1808 Y 1809”.
Estas palabras, atribuidas al catedrático Guillermo Fatás, resumen el espíritu de la obra: reconocimiento colectivo, dignificación y una invitación a mantener viva la memoria
Significado profundo y legado
Este monumento va más allá de un simple homenaje: es un acto de justicia histórica de Zaragoza. Rinde homenaje a aquellos que defendieron Zaragoza hasta las últimas consecuencias, sin gloria y sin nombre.
La obra habla de dolor, resistencia, solidaridad y libertad.
La representación de figuras anónimas recuerda que la defensa de Zaragoza no fue solo obra de personajes célebres, sino también por ciudadanos comunes.
Ubicar el monumento en el propio lugar donde fueron enterrados, cerca del río Ebro, es una invitación a honrar la memoria colectiva y seguir construyendo la identidad del presente a partir del pasado.
Su poderosa expresión escultórica, materiales duraderos, ubicación simbólica y la participación ciudadana le otorgan un lugar destacado en el patrimonio emocional de la ciudad.
